22 y 23 de marzo de 2023
La experiencia comenzó con Juan quien, en su catamarán, no solo nos transportó sino que nos llenó de lindos augurios y pronóstico de buen tiempo: "Al mediodía sale el sol y se pone lindo", decía.
Subimos a buen ritmo haciendo las pausas necesarias ya que íbamos con nuestras mochilas cargadas de víveres, sobres de dormir y emociones.
El entorno a medida que nos íbamos acercando al destino era una maravilla; lagos espejados rodeados de montañas bañadas por el sol (tal como había predicho Juan).
El refugio se encuentra a resguardo de la vegetación por lo que no lo vimos a simple vista y, a diferencia de otros, no cuenta con refugieros ni servicios, pero sí con la calidez de los detalles dispuestos por el CAVLA.
En un refugio con esas características es fundamental el aporte de cada uno de los miembros del grupo; en tal sentido fue que algunos recogieron el agua del arroyo, otros
cortaron algo de leña, al caer la noche todos iluminamos el espacio con nuestras linternas mineras y el calor de hogar lo brindaron Mary y Lore con su sabiduría entorno al fuego. La
cazuela de lentejas acompañada de vinos de buenas cepas fueron de las mejores de nuestras vidas (sin exagerar) y sin dudas valió la pena el esfuerzo de cargar los ingredientes hasta el lugar.
En lo personal, no solo comí rico sino que gracias a esas mujeres tan sabias aprendí del fuego, la cocina a leña y la
importancia de darle el tiempo necesario a la preparación. Sentí mucha gratitud y alegría por ese plato de comida caliente sobre la mesa rodeada de risas, cuentos y comunión.
Lo que pasa en la montaña queda en la montaña dice el código del montañés así que hasta aquí comparto las experiencias vividas. Les invito a vivir su propia experiencia y les aseguro que no se van a arrepentir.
Jesica Díaz
P. D. La noche estrellada y el amanecer en un día totalmente despejado no se mencionan en el relato por falta de palabras para describirlos.